viernes, 17 de abril de 2009

SUEÑOS

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..........Como todas las tardes, al salir del colegio, llegaba a casa sediento y hambriento. Besaba a mi madre como si llevase años sin verla y le preguntaba que había para comer. Soltaba la mochila en el suelo de la habitación y corría hacia el baño a lavarme las manos y a beber agua, pues siempre pensé que el agua del baño era más fresca que la de la cocina.
Tras comer y ver la televisión, toda mi familia dormía la siesta para evitar las horas de calor que anunciaban la estación estival, pero yo odiaba dormir tras comer y mi vena de explorador, me incitaba a vivir nuevas sensaciones y explorar cada rincón de mi casa, que en mi imaginación de niño, se convertía en una fortaleza que ocultaba un gran secreto y yo era el destinado a encontrarlo y resolver su misterio.
Siempre hacía lo mismo, esperaba a que todos durmieran y yo en silencio, me escabullía de mi habitación, procuraba no hacer ruido, pues si los despertaba, se acababa mi juego y encima tendría que dormir casi obligado.
Me encantaba ir hacia la planta de arriba y observar las escaleras de caracol, que llevaban a una habitación desconocida para mí, pues mis padres me tenían prohibido subir hasta allí. Lo máximo que había llegado a acercarme era tan solo un par de escalones que subía con cierto recelo y picardía y tan pronto como crujían los peldaños, yo me retiraba en silencio.
Aquella tarde, sentí algo diferente, era como si algo o alguien me llamase. La voz venía de la habitación de arriba y yo temblando y a la vez experimentando el morbo de lo prohibido, comencé mi andadura por la escalera de caracol, a cada paso, sus peldaños crujían más y más. Llegué a pensar que se derrumbaría si daba un paso más, pero mi corazón latía fuertemente y cada latido, era una inyección que me animaba a seguir hacia adelante, mis dedos rozaron el pomo de la puerta que me separaba de lo desconocido. El metal del pomo, estaba frío, más bien helado y al girarlo parecía atascado, pero finalmente cedió, la puerta dio paso a una sala pequeña e iluminada por la poca luz que entraba por una ventana, que tenía la persiana echada.
En mitad de la pequeña sala, había una caja mediana, parecida a un pequeño ataúd o sarcófago y sobre ella descansaba un ramo de flores secas, una vela medio gastada que ofrecía una luz pobre y mortecina y una foto en blanco y negro de un niño.
Me acerqué timidamente a la caja y me dispuse a coger el marco que contenía la foto de aquel niño, en la foto aparecía yo de pequeño y una nota en la que se leía: "descansa en paz pequeño", empecé a temblar de miedo y duda, al contemplarme a mi mismo en aquella foto y al comprender el significado de aquella nota que la acompañaba. Del miedo, mis manos sudaban y el marco resbaló y cayó estrepitosamente en el suelo, haciéndose añicos el cristal que protegía la foto, mi corazón galopaba fuera del pecho y pensé que el ruido los habría despertado a todos, pero parecía que el sopor veraniego y el mecer de Morfeo, había surtido efectos y todos descansaban.
Me dispuse a abrir aquel ataúd y salí de dudas de su contenido. Mis manos rozaban la madera pulida, buscando una muesca o algo parecido para poderla abrir. Encontré algo parecido a un borde doblemente tallado que tenía una hendidura. Deslice mis manos por aquel hueco y empecé a hacer fuerza para abrir la caja. Parecía sellada o quizás mis fuerzas de niño, no eran suficientes para abrirla, finalmente, ejerciendo una fuerza constante, la tapa se fue separando. El interior estaba oscuro y olía a pasado y a historia.
Me asome al interior, buscando el contendido, cuando de repente mi cuerpo empezó a tambalearse y sentía como unas manos me tocaban y ejercían presión en mis brazos, la pequeña sala que me rodeaba empezaba a desvanecerse y una luz clara y fuerte invadía mis ojos, al abrirlos me encontraba en mi habitación, tendido en mi cama y mi madre sentada a mi lado, despertándome de la siesta para merendar y bajar a la piscina.
Todo había sido un sueño, pero aún así, cada vez que paso por las escaleras de caracol me acuerdo de aquella estampa que soné y de aquella voz que me susurraba durante aquella siesta vespertina y mi piel se eriza y me entra escalofríos, algún día me prometí que subiría, pero de momento han pasado los años y aún sigue la puerta cerrada. A mi edad, aún pongo un pie en la escalera y al crujir los peldaños, huyo como quién ha visto al diablo y busco refugio en mi madre....

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